Para muchas personas, tener que dejar de conducir por un diagnóstico de alzhéimer puede ser un duro golpe, especialmente si hay consciencia de la enfermedad. Normalmente, se necesita un tiempo para asimilarlo, aceptarlo y asumir que la persona ha comenzado a perder su independencia y que su vida ya no será nunca la misma.
Conducir es una actividad compleja y para un enfermo de alzhéimer, conforme avanza la enfermedad, es más difícil, por lo que aumenta el riesgo de accidente.
La diferencia entre personas con o sin deterioro cognitivo a la hora de conducir se centran, especialmente, en dudas en las salidas de carril y de autopistas, distracción de estímulos auditivos externos, toma de decisiones inadecuadas ante situaciones imprevistas, irritabilidad al volante, dificultad para realizar maniobras de giro y aparcar o desorientación al transitar por lugares conocidos, entre otras.
La ley resulta ambigua para determinar si alguien con trastornos cognitivos pueden conducir. Los médicos pueden sugerirlo, pero por un tema de protección de datos no puede desvelar la identidad, salvo que un juez lo pida expresamente en un informe. Lo único que puede funcionar es que se detecte el deterioro cognitivo en el reconocimiento médico para renovar el carné de conducir. Estos centros pueden enviar a la Jefatura Provincial de Tráfico el informe de aptitud psicofísica que puede resultar apto, no apto, o apto con determinadas restricciones.
La solución al problema pasaría por diseñar exámenes específicos para pacientes con demencia que quisieran renovar su permiso de conducción.
Otra solución sería pedir al médico del enfermo de alzhéimer, que es una figura de autoridad generalmente respetada, o a un abogado, que ayude a reforzar el argumento de por qué tiene que dejar de conducir, y que haga una orden donde le prohíba conducir por orden médica, poniendo la excusa de que la medicación tiene efectos secundarios de riesgo como somnolencia.
Si la persona insiste en conducir, se pueden emplear las siguientes estrategias por la propia seguridad del enfermo:
*Control de acceso: Mantener las llaves del coche fuera de la vista. Si insiste en llevar un juego de llaves, ofrecerle unas llaves que no arranquen el coche.
*Desactivar el coche: Retirar un cable de la batería para que evitar que el coche arranque o pedir a un mecánico que instale un mecanismo que invalide el encendido. Quitarle alguna pieza al motor.
*Vender el vehículo, en los casos en que sea posible.
*Estacionar el coche en un lugar donde el enfermo no lo pueda ver.
*Ofrecer alternativas para sus desplazamientos como el transporte público o acompañarle en los desplazamientos.
Con todo ello, podemos contribuir, desde el respeto al enfermo, a preservar tanto su seguridad como la del resto de la sociedad.
Nadia Sadi.
Psicóloga de AFAV