El Alzhéimer y otras demencias

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima en el año 2050 haya en el mundo 139 millones de personas afectadas por alguna demencia.

Según la Confederación Española de Alzheimer (CEAFA), en España, el número de personas afectadas por algún tipo de demencia supera los 700.000, estimándose que esta cifra se aproximará a los dos millones de personas en el año 2050.

Los estudios de prevalencia de demencia realizados en España apuntan que la edad incrementa de forma exponencial la incidencia en la prevalencia. La enfermedad de Alzheimer (EA) es la causa de demencia más frecuente (entre el 60 y el 80 % de los casos).

La demencia es un síndrome clínico que se caracteriza por un deterioro persistente, adquirido de las funciones cerebrales superiores como son: el lenguaje, la memoria, la orientación, las gnosias, entre otras. Este deterioro va asociado a una pérdida progresiva de autonomía personal, esta falta de dependencia impacta también en el área social y laboral.

En este sentido, cabe señalar que las manifestaciones cognitivas y funcionales son las más visibles y pueden ir acompañadas de síntomas psicológicos y conductuales asociados a la demencia, incluso en fases prodrómicas.

Existen diversas hipótesis etiológicas sobre la enfermedad de Alzheimer, siendo las más aceptadas por la comunidad científica la hipótesis de la cascada amiloide y la de la fosforilación de la proteína tau. En esta misma línea, en la actualidad se están valorando hipótesis alternativas como la neuroinflamación, el papel de metabolismo (colesterol e insulina), así como la hipótesis de la alteración de la actividad mitocondrial.

Se estima que los procesos neurodegenerativos que subyacen a la EA pueden empezar hasta 20 – 30 años antes de que se produzcan los primeros síntomas. En la actualidad, se trabaja para favorecer la detección precoz de la EA mediante diferentes técnicas entre las que podemos destacar los biomarcadores.

El hecho de poder obtener un diagnóstico precoz de la EA en etapas presintomáticas resulta de gran utilidad para el tratamiento que se asocia a una mayor probabilidad de éxito y que, además, puede mejorar la calidad de vida de las personas diagnosticadas y la de sus familiares cuidadores.

Los síntomas son diferentes dependiendo de la causa, aun así, podemos señalar como principales síntomas cognitivos: pérdida de memoria de hechos ocurridos recientemente, dificultad en la denominación, comunicación, dificultades en el razonamiento, dificultad para planificar y organizar, dificultades de coordinación, visoperceptivas y espaciales, confusión y desorientación, entre otras.

En cuanto a síntomas psicológicos y conductuales, destacan los cambios en la personalidad, depresión, ansiedad, agitación, labilidad emocional, falta de ajuste social, etc.

Atendiendo a la escala para la evaluación de la función (FAST) se establece una clasificación de la demencia en siete fases:

  • Fase 1: adulto normal (sin dificultad subjetiva ni objetiva)
  • Fase 2: adulto con envejecimiento normativo.
  • Fase 3: compatible con demencia tipo Alzheimer incipiente.
  • Fase 4: demencia tipo Alzheimer leve.
  • Fase 5: demencia tipo Alzheimer moderada.
  • Fase 6: demencia tipo Alzheimer moderada-grave.
  • Fase 7: demencia tipo Alzheimer grave.

De igual modo, la escala de deterioro global de Reisberg (GDS) establece también siete fases atendiendo a la evaluación de la función cognitiva :

  • GDS 1: ausencia de alteración cognitiva.
  • GDS 2: disminución cognitiva muy leve.
  • GDS 3: déficit cognitivo leve.
  • GDS 4: déficit cognitivo moderado.
  • GDS 5: déficit cognitivo moderado-grave.
  • GDS 6: déficit cognitivo grave.
  • GDS 7: déficit cognitivo muy grave.

La demencia es considerada como una de las principales causas de discapacidad y dependencia entre las personas mayores. Esta falta de independencia y autonomía conlleva una importante disminución de la calidad de vida de las personas.

Según el último informe elaborado por el Instituto Nacional de Estadística (INE, 2020), la discapacidad afecta a 94,9 personas por cada mil habitantes, afectando más a las mujeres con 109, 2 casos frente a 80,1 de los hombres.

Las demencias suponen un importante coste económico, sanitario y social que recae principalmente sobre los familiares. Ser cuidador/a de una persona con enfermedad de Alzheimer requiere hacer frente a las demandas derivadas del cuidado para compensar el deterioro cognitivo y funcional que padece la persona afectada. Esta tarea de cuidado es considerada como un estresor crónico que puede tener importantes repercusiones, entre las que podemos señalar el impacto que puede tener sobre el desempeño profesional, las relaciones sociales, la propia salud y calidad de vida de la persona cuidadora.